Esta construcción de impronta cuasi onírica, que evoca el frenesí decorativo de Gaudí o la extravagancia ornamental de Dalí se encuentra en Francia, en la localidad de Hauterives, a medio camino entre Lyon o Grenoble.
Es obra, además, de un solo hombre sin educación formal alguna en arquitectura (era un cartero rural) llamado Ferdinand Cheval, quien inspirado por el extraño diseño de una piedra encontrada durante uno de sus recorridos, comenzó a elaborar el sueño de su palacio ideal, a cuya construcción en el jardín de su casa dedicó sus energías entre 1879 y 1912.
La obra es considerada un ejemplo único de lo que se denomina arte “brut”, “naive” o “outsider” en el campo arquitectónico, y fue declarada monumento histórico en 1969.
El diseño fue admirado particularmente por los artistas del movimiento surrealista, quienes consideraron a Cheval un precursor. Max Ernst le dedicó un collage, que bajo el titulo “El cartero Cheval” se expone en el Museo Peggy Guggenheim de Venecia.