Lo que se dice, un post “dulce”. El tema: las golosinas
provenzales.
Aix-en-Provence, Marseille, Avignon, Carpentras. Cada una de
estas cuatro localidades tiene una golosina “típica” y original.
Comenzando por Aix-en-Provence,
encontramos aquí los “Calissons”, golosinas de forma almendrada con
una textura similar al mazapán, pero con sabor a melón. La leyenda remonta su creación
a mediados del siglo XV, en ocasión del segundo matrimonio del Rey René de
Anjou, y derivan su nombre de la palabra “câlin”, susceptible de traducirse
como “abrazo cariñoso” (en este caso del rey hacia su novia, un par de décadas menor
…” )
Tal es la importancia de esta golosina “histórica” en Aix-en-Provence que todos los años tiene lugar una ceremonia de “Bendición de los calissons”, amenizada con danzas folklóricas, y por supuesto, distribución de estas golosinas entre los asistentes.
Las navettes (“botecitos”) se fabrican tradicionalmente en
sabor naranja y tienen forma de bote, asociándose dicha forma a la llegada por
mar a las costas francesas de María, Marta y Magdalena.
Las esperantines, por su
parte, constituyen una creación reciente. Ideadas para la celebración de los
2600 años de la fundación de la ciudad de Marseille, en el año 2000,
estas golosinas, cuyo diseño evoca el olivo, árbol emblemático del Mediterráneo y símbolo de paz, combinan el sabor del chocolate con el del aceite de oliva.
En Avignon, y obviamente en referencia al período en que el
Papado residió en la ciudad, encontramos finalmente, Papalines y Berlingots.
Por ultimo, los Berlingots de Carpentras (al noreste de Avignon) son caramelos duros y translúcidos, confeccionados a base de jarabe de frutas confitadas que se presentan en forma de pequeños polígonos coloridos con estrías blancas. Estos también son caramelos históricos, ya que habrían sido inventados a principios del siglo XIV por uno de los cocineros del papa Clemente V. El nombre real, apocopado, de este Papa, Bertrand de Got, habría derivado en el atribuido al caramelo, “berlingot”.
La confitería de
Mont Vetoux, en Carpentras, ofrece a los visitantes un pequeño museo del
berlingot, que traza la historia de esta golosina.