martes, 30 de abril de 2019

Angeles y demonios en la Capilla Chigi (por Alba Perez Romero)

Ubicada sobre la nave izquierda de la iglesia de Santa Maria del Popolo, en Roma, la Capella Chigi advino famosa a partir de la novela Angeles y Demonios de Dan Brown (y la película homónima) ya que en ella se ubica una de las “pistas” de su trama, constituida por la estatua de Habakuk y el ángel realizada por Gianlorenzo Bernini. 






El inicio de la construcción de la capilla se remonta al año 1513, bajo diseño arquitectónico de Rafael Sanzio y fue concluida recién un siglo y medio más tarde por Gianlorenzo Bernini, por encargo de Fabio Chigi, quien advendría Papa bajo el nombre de Alejandro VII en 1655. En la capilla se destacan  especialmente las tumbas piramidales de los banqueros sieneses Agostino y Segismondo Chigi. 





Pero el elemento más significativo para nuestra temática está constituido por la cúpula, realizada en mosaicos ejecutados por el veneciano Luigi di Pace a partir de diseños de Rafael (cuyos bocetos se encuentran en el Ashmolean Museum de Oxford)

El círculo central representa el acto de la Creación, con la figura de un Dios Padre en gesto impetuoso, y rodeado de ocho paneles en los que se representa el sol, el cielo estrellado y los seis planetas conocidos por entonces, figurados por divinidades paganas acompañadas por ángeles y signos del zodíaco, en una peculiar combinación de cristianismo, paganismo y astrología. 






Por último, cabe señalar el pavimento, con una representación de la muerte sosteniendo el escudo de los Chigi, en el que se combinan las armas de los Chigi y las de los della Rovere. De hecho, Agostino Chigi fue algo así como el “ministro de finanzas” del Papa Julio II, y éste le otorgó el privilegio de combinar las armas de los Chigi con las de los della Rovere, el árbol del roble,  de lo que resultó el escudo con el cuartelado combinado.




El blasón de los Chigi está conformado por un campo gules sobre el que se ubican seis montañas redondeadas en oro dispuestas en forma piramidal, con una estrella en la parte superior, que explica el motto  “Splende in cima”, resplandece en la cima. Por su parte, el blasón de los della Rovere está conformado por un campo azur con un roble heráldico desarraigado en oro, con cuatro ramas entrelazándose dos a dos en mandorla, colgando el par interior y elevándose el par exterior; cada rama trae tres hojas y tres bellotas. Esta es un arma parlante del apellido familiar, pues Rovere es el vocablo italiano para roble. 




domingo, 28 de abril de 2019

A vos nunca te regalaron un rinoceronte? (por Alba Perez Romero)


Uno de los rasgos más peculiares de la Torre de Belem, ubicada en la desembocadura del rio Tajo y emblema de Lisboa, la capital de Portugal, es una gárgola con forma de rinoceronte. 






Pero no se trata de "un" rinoceronte. No, no. Se trata de un rinoceronte con "nombre y apellido", muy "viajado", ganador de un combate, admirado por reyes y Papas, objeto de cartas, dibujos, grabados, esculturas, porcelanas, escudos y novelas.!!

Su historia se inicia como un regalo, y si vamos al caso, su vida transcurrió como un "regalo" que pasó de mano en mano. Primero el sultán Muzafar II se lo regala a Alfonso de Albuquerque, gobernador de las Indias portuguesas. Y Alfonso de Albuquerque decide embarcarlo hacia Lisboa como regalo para el rey de Portugal Manuel II, que lo recibe encantado. (También le mandó un elefante, pero elefantes, ya tenía como cinco ... ) El animal causó gran revuelo en Europa, suscitando descripciones literarias y dibujos varios, con mayor o menor adecuación al modelo "vivo" ...

Así por ejemplo, cabe mencionar una carta original en alemán a su respecto de la cual se conserva una copia en italiano en la Biblioteca Nacional de Florencia, un grabado de Burgkmair bastante fiel que se preserva en la colección Albertina de Viena, 


y tal vez su versión más famosa, el grabado de Durero que se exhibe en el Museo Británico. 


grabado que a su vez fue fuente de inspiración para el escudo de Alessandro de Medici. 

Cuestión que el rinoceronte se convirtió en una auténtica atracción. Y más aun cuando Manuel I, a fin de comprobar los dichos de Plinio el Viejo en su "Historia Naturalis" acerca de la rivalidad entre rinocerontes y elefantes, orquestó precisamente una competencia entre el rinoceronte y uno de sus elefantes de la que el rinoceronte resultó claro ganador (aparentemente, el elefante se asustó de los gritos de la multitud y salió corriendo). 

Así pues, testas coronadas (y sobre todo, "mitradas") manifestaron su deseo de conocer a este prodigio. Manuel decidió mandárselo de regalo al Papa Leon X Medici, a quien ya le había regalado un elefante con motivo de su coronación. Pero esa es otra historia. Volvamos a nuestro rinoceronte. 

Luego de su éxito en Lisboa, Manuel de Portugal resuelve enviar el rinoceronte al Papa, no sin antes hacer una escala en Marsella, a fin de que el rey Francisco I pueda acercarse a "darle un vistazo". Y solo entonces leva anclas nuevamente la nave rumbo al Papado, a donde sin embargo Ganda (tal el nombre del rinoceronte) nunca llegará ... 

Tormenta y naufragio mediante, engrillado a cubierta, muere ahogado. Su cuerpo es rescatado y rellenado con paja (impagliato dirán los italianos) pero ya no causará la misma sensación. 

Sin embargo, su fama perdura desde la gárgola especialmente diseñada en su memoria en la Torre de Belem en Lisboa, hasta una de las puertas de bronce de la Catedral de Pisa, y desde su reproducción en porcelanas Meissen hasta la escultura evocativa de Dalí que se encuentra en Puerto Banús, en Marbella  






Y Lawrence Norfolk nos relata su historia en la novela "El rinoceronte del Papa" 


Lo que se dice, toda una celebridad. 




  

viernes, 26 de abril de 2019

Los decanatos del Palazzo Schifanoia (por Alba Perez Romero)


La iconología, cuya madurez corresponde al momento de su sistematización mediante la figura de Erwin Panofsky, tiene unos orígenes verdaderamente apasionantes bajo la sugerente personalidad intelectual de Aby Warburg. La interpretación con clave astrológica por parte de este estudioso de los famosos frescos del Palazzo Schifanoia de Ferrara, en 1912, se convierte justamente en el hito emblemático del nacimiento de la iconología.


El palazzo Schifanoia es un edificio de Ferrara, construido en 1385. Se construyó por  mandato de Alberto V de Este y es especialmente famoso por los frescos de la «sala de los meses» (Salone dei Mesi), que incluye el ciclo pictórico más importante del Quattrocento italiano.




Diseñados por Cosimo Tura y por el astrólogo Pellegrino Prisciani, participaron colectivamente para su realización los mejores pintores de la Escuela de Ferrara, entre ellos Francesco del Cossa y Ercole de Roberti, siendo retocados poco más tarde por Baldassare d'Este, que se encargó de los retratos de los miembros de la familia de Borso d'Este.


Las medidas del salón son de aproximadamente unos 24 metros de largo por 11 de ancho y 7,5 de alto. El nombre del salón deriva de las personificaciones de meses del año, cada uno en correspondencia con un símbolo zodiacal y con alegorías relacionadas con los trabajos propios de la época del año.

Los frescos que decoran las paredes se estructuran en tres registros de anchura variable, siendo el central el que se presenta en clave astrológica con figuras representativas de los signos zodiacales en sus tres decanatos. La franja superior exhibe alegorías de diversas divinidades mitológicas asociadas a cada uno de los meses del año y la franja inferior presenta escenas de la vida y el gobierno de Borso d`Este. (por ejemplo, escenas de caza, recepción de embajadores, asistencia a palios, etc)










El palacio recibe su nombre de la expresión italiana “schiva la noia”, traducible como “evita el aburrimiento” y formaba parte de un conjunto de residencias de la familia d’Este destinadas a funciones sociales y de esparcimiento, realización de banquetes y recepciones. Sin embargo, en el curso de los siglos, la propiedad fue asignada a muy variados destinos, entre ellos, por ejemplo, constituirse como depósito al por mayor de tabaco. Esto afectó las pinturas, especialmente las de la franja inferior, por lo que a la fecha no todos los meses son visibles y algunos se encuentran gravemente deteriorados. La lectura se realiza en sentido contrario al de las agujas del reloj.

No obstante, lo que queda de los frescos es de todos modos altamente significativo y presenta, particularmente en punto a la franja central, una interesante serie de desafíos interpretativos desde el punto de vista iconográfico, resultado de la fusión de fuentes empleadas por los autores para su ejecución.  











 







miércoles, 24 de abril de 2019

El mitreo de San Clemente en Roma (por Alba Perez Romero)


La basílica de San Clemente en Roma es un templo del siglo XII situado a escasa distancia del Coliseo. Pero algunos de los elementos más destacados de este edificio no son visibles a primera vista, sino que se encuentran “escondidos” en el subsuelo.


            En 1857, el dominico irlandés Joseph Mullooly –en aquellas fechas prior de San Clemente–, decidió iniciar unas excavaciones para sacar a la luz el antiguo templo de época paleocristiana que, gracias a diversas fuentes históricas, se sabía descansaba bajo los cimientos de la actual basílica. El padre Mullooly logró su objetivo, pero además hizo otros hallazgos que nadie esperaba. Además de los restos del templo paleocristiano del siglo IV, los trabajos detectaron otros dos niveles inferiores, uno correspondiente a casas romanas destruidas durante el incendio de Nerón y otro, más importante, correspondiente al siglo II. En este estrato intermedio, aparecieron una mansión donde al parecer se celebraron reuniones de cristianos primitivos y también un bloque de “apartamentos”, en el que aguardaba una sorpresa aún mayor: un spelaeum o santuario dedicado al dios Mitra, en el que los miembros de este culto mistérico celebraban sus ceremonias secretas y sus ritos iniciáticos.

            De los variados cultos mistéricos que florecieron en época grecorromana (como los de Eleusis, Dionisios, la Magna Mater o Isis), el más singular y misterioso de todos ellos fue, sin duda alguna, el mitraísmo. Las llamadas “religiones de Misterios” se caracterizaban por ser cultos de carácter esotérico e iniciático, en los que se celebraban ritos secretos cuyas enseñanzas sólo podían ser aprendidas por los iniciados. Por desgracia, los detalles concretos sobre los rituales, iniciaciones y doctrinas de estos cultos son en la mayoría de los casos muy escasos, en gran medida a causa del carácter esotérico y secreto de dichas prácticas. En el caso del mitraísmo, esta ausencia de información es mucho más acusada, pues los especialistas únicamente cuentan con referencias difusas y poco fiables recogidas en muchos casos por autores cristianos que atacaban sin piedad las creencias y prácticas mitraicas, que se iniciaron en torno al siglo I a.C. y tuvieron su mayor apogeo a finales del siglo II y comienzos del III, para desaparecer por completo en las postrimerías del siglo IV.

            Por este motivo, los historiadores de las religiones cuentan únicamente con la iconografía reflejada en las obras de arte encontradas en algunos mitreos para intentar develar el contenido religioso y las doctrinas del mitraísmo. Pese a las dificultades, los investigadores han logrado reconstruir, con cierta fiabilidad, el relato mitológico asociado a Mitra, y con él las posibles ceremonias realizadas en estos santuarios.

            Según dicha mitología, Mitra –representado como un joven tocado con un gorro frigio y provisto de un puñal– habría nacido de una roca, tal y como representan numerosos relieves, como el conservado en uno de los nichos del mitreo de San Clemente. Siguiendo órdenes del dios Apolo enviadas por un cuervo (uno de los animales que aparece representado siempre junto a nuestro protagonista), Mitra recibió el encargo de encontrar y sacrificar a un toro que poseía el don de la fertilidad y la vida.

            Cuando finalmente lo localiza, Mitra consigue dar muerte al animal, derramando su sangre vivificadora sobre la Tierra, llenándolo todo de vida. Al olor de la sangre, otros animales acuden al encuentro de la bestia moribunda: un perro, una serpiente y un escorpión (este último suele ser representado agarrando con sus pinzas los testículos del toro) Esta escena de la muerte del toro, conocida como tauroctonía, aparece una y otra vez en todos los mitreos hallados hasta la fecha.




Tras el sacrificio, Apolo se unió a Mitra para celebrar la victoria, festejándola mediante un banquete. Este punto del relato parece ser uno de los momentos importantes de los cultos mitraicos, pues en los santuarios –como es el caso del triclinium de San Clemente– suelen encontrarse bancos corridos de piedra a ambos lados del altar, que al parecer eran ocupados por los iniciados durante la celebración de un banquete ritual. Después de la celebración, las escenas de las piezas de arte mitraico representan a Mitra subiendo a un carro con Apolo, siendo transportado directamente a los cielos.

            Junto a este carácter fertilizador de Mitra, los especialistas coinciden en señalar que estos Misterios tuvieron un fuerte simbolismo cósmico. Esto es especialmente detectable en la forma y disposición de los propios mitreos, siempre recintos en forma de caverna subterránea, con techos abovedados, que aluden sin duda al Cosmos. Este mensaje está remarcado en muchos mitreos, como ocurre en San Clemente, pues la bóveda aparece decorada con estrellas –hoy muy difuminadas– que representan el firmamento. En otros casos, los astros aparecen plasmados en la túnica del propio Mitra.




Vista interior del mitreo de San Clemente (Roma).
            
Por otra parte, muchos relieves mitraicos muestran, además de la habitual tauroctonía, la representación de dos figuras masculinas que portan antorchas: Cautes y Cautopates. El primero sostiene la antorcha apuntando hacia arriba, simbolizando el “ascenso” del sol que se inicia con el solsticio de invierno, mientras que el segundo señala con su antorcha hacia abajo, representando el solsticio de verano y el comienzo del “declive” del sol, con el que Mitra –dios de luz– se identificaba.



En otras ocasiones, Cautes y Cautopates van acompañados de un toro y un escorpión, representando entonces las fechas de los equinoccios. A todos estos detalles hay que sumar representaciones del sol y la luna, además de los doce signos del zodíaco.


            En función de estas escenas y siguiendo la historia mitológica reconstruida gracias a la iconografía, los investigadores concluyeron que Mitra era considerado el dios responsable del movimiento de las estrellas, y que su hazaña del sacrificio del toro permitió la fertilidad, regeneración y revitalización del Cosmos, como parece demostrar una frase descubierta en otro mitreo, el de Santa Prisca: “Y él nos salvó mediante el riego de la sangre eterna”.

            Durante décadas, tal ha sido la interpretación defendida por la mayoría de lo historiadores. Sin embargo, en las últimas décadas del siglo pasado, varios profesores universitarios plantearon una hipótesis fascinante. En 1989 uno de ellos, el orientalista David Ulansey, publicaba un artículo en la revista Scientific American, en el que defendía que las representaciones de la tauroctonía, como la que puede contemplarse en San Clemente, eran en realidad un “mapa estelar” en toda regla.

            Según Ulansey, el sacrificio del toro no representa un episodio puramente mitológico, sino un fenómeno astronómico cuya existencia se descubrió, precisamente, coincidiendo con la aparición del culto mistérico de Mitra: la precesión de los equinoccios. La precesión de los equinoccios consiste en que el eje de rotación terrestre sufre una especie de “bamboleo” lo que motiva que el ecuador celeste se “bambolee” también, provocando un alteración de la posición relativa del ecuador y la eclíptica (la línea imaginaria que recorre el sol durante un año respecto del fondo de “estrellas fijas”). Por este motivo, cada año, el equinoccio se produce un poco antes. Se trata de un proceso muy lento, que tarda en completarse algo más de 25.000 años, pero que cambia irremediablemente el aspecto del firmamento. Así, según Ulansey, aunque en la actualidad durante el equinoccio de primavera el sol se encuentra en la constelación de Piscis, en época romana estaba en Aries y, en torno al 2000 a.C., se encontraba en Tauro. Y ahí, según el estudioso estadounidense, está la clave de la tauroctonía representada en San Clemente y, por consiguiente, el secreto de los Misterios de Mitra.

            Aproximadamente hacia el 125 a.C., Hiparco de Nicea descubrió la precesión de los equinoccios. Vio que la esfera de las “estrellas fijas” se “bamboleaba” y determinó que algo o “alguien” era el culpable. En opinión de Ulansey y los defensores de esta hipótesis, Mitra sería dicha fuerza: un nuevo dios tan poderoso que era capaz de “mover” el universo. Pero, ¿en qué se apoya exactamente Ulansey para defender la “teoría estelar”? Si nos fijamos en las imágenes de la tauroctonía con los datos ofrecidos por Ulansey, los animales y los objetos allí representados adquieren otra lectura: el toro, el perro, la serpiente, el escorpión, el cuervo,  el propio Mitra e incluso una copa y el león que también aparecen en ocasiones sería representaciones de las constelaciones de Tauro, Canis Minor, Hidra, Escorpio, Corvus, Perseo, Crater y Leo.

            Excepto esta última, todas estas constelaciones se hallaban en el ecuador celeste cuando el sol se encontraba en Tauro durante el equinoccio de primavera, en torno al 2.000 a.C. De este modo, según Ulansey, la tauroctonía significaba “el fin del reino del toro (Tauro) como la constelación del equinoccio de primavera y el comienzo de una nueva era. Las otras figuras de la tauroctonía representan todas las constelaciones cuya especial posición en el cielo también terminó por la fuerza de la precesión. Matando al toro, Mitra estaba moviendo todo el Universo.





Aunque algunos autores, como el experto Walter Burkert, no ven clara esta interpretación, la hipótesis “estelar” cuenta con otras evidencias notables que la apoyan. De hecho, los estudiosos saben perfectamente que la astrología jugaba un papel importante en muchos iniciados en el mitraísmo. Así se desprende, por ejemplo, de varias inscripciones encontradas en distintos mitreos. En una de ellas un iniciado es recordado como studiosus astrologiae (estudioso de la astrología), mientras que en otra, un Pater (el grado más alto dentro de los Misterios mitraicos) llamado Nonius Olympius es descrito como “devoto del cielo y de las estrellas”.[1]

            En definitiva, lo más probable es que las distintas lecturas iconográficas de las obras mitraicas sean a un mismo tiempo correctas y complementarias, tal y como señala la historiadora italiana Luisa Musso: “Un intento por leer la tauroctonía revela una imagen con muchos significados, que puede ser entendida a distintos niveles. De una forma u otra, y mientras avanzan las investigaciones, lo único seguro es que este misterioso culto desapareció a finales del siglo IV, víctima de sus propias características y del creciente poder de su gran enemigo: el cristianismo. El éxito de los seguidores de Cristo terminó por sepultar –en el caso del mitreo de San Clemente de forma literal– a los Misterios de Mitra, cuyos secretos continúan hoy lejos de haber sido develados por completo.






[1] Los siete grados de los misterio mitraicos eran los de Corax (Cuervo), Nymphus (esposo o novio), Miles (soldado), Leo (león), Perses (Persa), Heliodromus (emisario del sol) y, finalmente, Pater (el padre)

martes, 23 de abril de 2019

Mosaicos italianos en la Abadia de Westminster (por Alba Perez Romero)


Sí, exacto. Justo frente al altar mayor de la Abadía de Westminster, y nada menos que desde el año 1268, se encuentra uno de los pavimentos más complejos creados por la célebre familia de mosaiquistas italianos Cosmati (algo así como los "Stradivarius del mosaico"), convocados especialmente a tal fin en tiempos de Henry III.




Sus más de 30.000 piezas arman patrones geométricos de los más diversos colores, tamaños y formas, y si bien el diseño general responde a primera vista a un gran esquema conformado por cuadrados, rectángulos, triángulos y círculos, lo cierto es que cada uno de sus componentes presenta un diseño individual.





La obra resulta asimismo notable por sus materiales, ya que más allá de combinar por ejemplo pórfido púrpura, serpentina verde, caliza amarilla, ónix o alabastro, integra asimismo segmentos de vidrio opaco rojo, turquesa, azul cobalto o blanco azulado.



Tres inscripciones rodean la obra, y una de ellas refiere enigmáticamente a su sentido, conectándola con una representación metafórica del fin del mundo, estimado según tales cálculos para el año 19683 (contando desde la Creación)