El rubí del Príncipe Negro. Tal el nombre con el que se conoce la magnífica piedra de 170 quilates que desde 1838 se encuentra engarzada al frente de la Corona Imperial del Reino Unido, objeto que por cierto puede admirarse dentro del conjunto de insignias reales de la corona británica en la Torre de Londres y que sólo es usada a la conclusión de las ceremonias de coronación y anualmente para la apertura de las sesiones del Parlamento.
Pero en realidad, punto 1, no es un rubí, y punto 2, su historia va mucho más allá de 1838, y los lugares y dinastías que conecta van desde Afganistán o Tailandia a Granada y Sevilla, de los sultanes nazaríes a la rama castellana de la casa de Borgoña, y de los Plantagenet a la guerra de las dos Rosas, los Tudor y Victoria de Hanover.
Vamos al relato. Dijimos que no es un rubí. Entonces qué es, con ese rojo tan intenso? Una espinela, una piedra semipreciosa, de variados tonos, de los cuales el rojo era el más admirado en la Edad Media, y cuya historia se pierde en la leyenda, en lugares tan lejanos como lo que hoy son Myanmar (Birmania) o Tailandia o más probablemente, las montañas de Afganistán. Y no es la única espinela célebre. Hay otra, igualmente magnífica, de origen chino, engarzada en la corona imperial rusa diseñada para la coronación de Catalina II en 1762 (y que también puede admirarse en el Fondo de Diamantes de la Armería del Kremlin en Moscú)
Pero volvamos a nuestro “rubí” del Príncipe Negro. Como sea, a mediados del siglo XIV la piedra aparece entre las joyas del reino nazarí de Granada, y aquí empieza una historia que comprende exilios y asesinatos, alianzas y traiciones.
En efecto, en 1354 en Granada, en cuya Alhambra residían los monarcas nazaríes, Mohammed V es depuesto y reemplazado por Ismael II. Pero poco después Ismael II es asesinado por su propio cuñado, quien asume el poder como Mohammed VI, apodado, por ser pelirrojo, “El Bermejo”. Mohammed V resuelve entonces emprender la recuperación de su trono y entonces ahora es Mohammed VI quien parte con rumbo hacia la corte de Pedro I de Castilla, llevando entre otras joyas, este rubí, a fin de requerir su protección.
Pero resulta que Pedro I ya había comprometido su ayuda a Mohammed V, con lo que, habiéndose presentado en el Alcázar de Sevilla (donde residía Pedro), Mohammed VI y su séquito terminan asesinados y las joyas en poder de Pedro I y por ende, de la Casa de Castilla, rama cadete del ducado de Borgoña.
Salon de los Embajadores del Alcazar de Sevilla, residencia de Pedro I el Cruel
Pero no eran solo los nazaríes de Granada los que atravesaban épocas turbulentas. El propio Pedro, por ejemplo, tenía dos frentes: el externo con Pedro IV de Aragón y el interno, con su propio hermanastro bastardo, Enrique de Trastámara, empeñado en arrebatarle el trono. Todo ello, por cierto, además, dentro del contexto general de la guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia.
Enrique tenía buenas conexiones con los franceses, que a su vez apoyaban a Pedro IV de Aragón, pero Pedro I de Castilla tenía las suyas con los ingleses, y particularmente con el llamado Principe Negro, que era el hijo mayor de Eduardo III de Inglaterra, de la dinastía Plantagenet. (En realidad el apodo de Principe Negro se le dio con posterioridad). Incluso la hermana del Principe Negro, Joan, había estado prometida en matrimonio a Pedro I, pero había muerto a causa de la peste en camino hacia Castilla en 1348. Y efectivamente, cuando Enrique de Trastámara y Pedro I de Castilla se enfrentaron en la batalla de Nájera en 1367, el Principe Negro acudió en auxilio de Pedro, quien le habría obsequiado el rubí a modo de agradecimiento y compensación, con lo que el rubí llega a Inglaterra.
La batalla de Najera entre Enrique de Trastamara apoyado por los franceses y Pedro I de Castilla, por los ingleses, respectivamente.
Estatuas orantes de Pedro I de Castilla y del Principe Negro Plantagenet
Para más datos, además, dos de las hijas de Pedro se casarán con los hermanos menores del Príncipe Negro, Constanza con Juan de Gante duque de Lancaster e Isabel con Edmundo de Langley duque de York. (y cuyos descendientes protagonizarán poco después la guerra de las dos rosas)
El rubí que no es un rubí, ya en Inglaterra, será portado tanto por el Príncipe Negro, como por Enrique V en la batalla de Agincourt en 1415 (con la corona sobre el casco) o Ricardo III en la de Bosworth en 1485, donde incluso se perdió. Será subastado en tiempos de la República y adquirido por apenas 4 libras esterlinas, y regresará luego a la propiedad de la corona hasta llegar a los tiempos de Victoria, donde será engarzado en la corona imperial. Desde entonces, la piedra parece haber encontrado un descanso luego de una intensa, violenta, agitada historia.
Una última nota de color (obviamente rojo). En algún momento, al “rubí” se le hizo una perforación con un taladro en la parte superior, para poder llevarlo como colgante. Actualmente este agujerito está “tapado” con un rubí auténtico, tal como se ve en esta última imagen.