Las Salas 16 y 17 del Museo Nacional de Bellas Artes constituyen "una experiencia diferente" en materia de exhibición de obras de arte. En efecto, lejos de responder a los criterios curatoriales regulares, ya sea estilísticos o temáticos, ellas albergan más de 600 piezas donadas por la familia Guerrico, pero evocando los modos de exposición hogareña de las colecciones particulares de hace más de un siglo atrás.
Sobre paredes rojas, la sala 16 presenta así una impresionante colección de cuadros que, al igual que en el hogar de los Guerrico, cubre las paredes de piso a techo, mientras que las esculturas se ubican en el espacio central. La sala 17 por su parte, exhibe retratos familiares, y multitud de objetos de lo más diversos, que van desde sahumadores de plata coloniales a peinetones o abanicos de la época de Rosas.
Y ya que lo mencionamos, este personaje mucho tuvo que ver en la historia de esta colección, iniciada precisamente a raíz del asesinato de Manuel Vicente Maza y la ejecución de su hijo Ramón Maza, suegro y cuñado, respectivamente de Manuel José Guerrico, implicados en su momento en un complot para derribar al régimen rosista, asesinato y ejecución perpetrados por parte de la Mazorca, cuerpo policial y brazo armado del tirano.
Al igual que tantos opositores al régimen de Rosas, se exilia Manuel Jose Guerrico entonces con su familia en Paris, donde residirá desde 1839, y es allí donde inicia su emprendimiento coleccionista, que orgullosamente importará a la Argentina a su regreso, una década después. Y ya en 1925 su hijo menor Prudencio donará 22 obras para dar impulso inicial al Museo Nacional de Bellas Artes, aunque el mayor aporte de la familia en tal sentido se verificará en 1938, con la donación de 627 piezas, entre las cuales se cuentan más de 100 cuadros y 40 esculturas.
Entre los cuadros, por ejemplo, no podemos omitir la mención de dos obras de Tiepolo (“Los hebreos recogiendo maná del desierto” y “El sacrificio de Melquisedec”), un “San Francisco en meditación” de Zurbarán o el enorme óleo de Jules Lefebvre ganador del premio de la Exposicion de Paris de 1879, “Diana sorprendida” que por sus excepcionales dimensiones atrae inmediatamente la mirada del visitante.
Entre las esculturas, por su parte, resultan "imperdibles" la deliciosa “Bañista sentada” de Antonio Carlo Tantardini y el potente bronce “La defensa”, de Auguste Rodin, mencionar apenas un par.